Dallas-Fort Worth: El Aeropuerto que Reinventó la Sostenibilidad Operativa
HM
Innovación en Sostenibilidad
Durante años, la conversación global sobre aeropuertos y sostenibilidad se centró en proyectos emblemáticos de arquitectura y eficiencia en nueva construcción. Parecía que solo las terminales recién inauguradas podían aspirar a estándares de clase mundial. Sin embargo, la verdadera revolución no ocurrió en el terreno del diseño, sino en el corazón de la operación diaria. Y ese cambio histórico tuvo como escenario uno de los aeropuertos más grandes e influyentes del planeta: Dallas–Fort Worth International Airport (DFW).
DFW no solo decidió mejorar su infraestructura. Eligió transformar su manera de operar. Y en ese proceso se convirtió en un referente global, al obtener la certificación LEED para Edificios Existentes (EBOM) en su Terminal D, mostrando que la excelencia no es un atributo reservado para construcciones nuevas, sino una posibilidad real para cualquier aeropuerto que se atreva a reorganizar su gobernanza, sus procesos y su visión de futuro.

Un aeropuerto que cambió la conversación sobre la operación sostenible
Hablar de sostenibilidad en un aeropuerto de la escala de DFW es hablar de un ecosistema que respira, se mueve y evoluciona minuto a minuto. Miles de trabajadores, millones de pasajeros, sistemas mecánicos funcionando sin descanso, iluminación permanente, climatización constante, gestión de residuos, abastecimiento, movilidad interna y una infraestructura que nunca duerme. En un entorno así, la idea de medir, controlar y optimizar parecía, hasta hace unos años, una quimera técnica.
DFW demostró lo contrario. Su certificación LEED EBOM fue la prueba de que incluso las infraestructuras más exigentes pueden alinearse con una operación inteligente y responsable. La clave estuvo en su cambio de mentalidad: pasar de un modelo correctivo a un modelo proactivo, donde los datos en tiempo real, la eficiencia energética, la calidad ambiental interior y la gestión integral del ciclo operativo son parte de un mismo sistema.
Esta transición no fue solo un logro técnico. Fue un compromiso institucional que involucró a equipos directivos, operadores, proveedores y colaboradores. Un aeropuerto no cambia porque alguien decide que quiere cambiar. Cambia porque se convierte en una prioridad estratégica, porque entiende que operar mejor no es opcional: es la forma contemporánea de ser competitivo.

El poder de una visión: cuando la operación se convierte en cultura
El camino hacia LEED EBOM exigió transformar hábitos, prácticas y paradigmas. La certificación no se obtiene por instalar equipos nuevos ni por diseñar planos innovadores. Se obtiene por la forma en que una organización vive su operación diaria. DFW entendió esto con una claridad admirable.
Cada ajuste de ventilación, cada registro de consumo energético, cada procedimiento de mantenimiento preventivo y cada decisión sobre materiales o iluminación formaron parte de una nueva cultura operacional. La sostenibilidad dejó de ser un proyecto aislado para convertirse en un lenguaje compartido por toda la organización.
Y ese cambio cultural tuvo resultados visibles. No solo mejoró la eficiencia del aeropuerto; elevó la experiencia del pasajero, fortaleció el bienestar de quienes trabajan dentro de las terminales y permitió un control financiero más inteligente y predecible. La sostenibilidad se convirtió en una expresión de calidad humana, porque un aeropuerto que respira mejor crea mejores condiciones para todos los que lo habitan.

De LEED EBOM a la neutralidad de carbono: un liderazgo que trasciende fronteras
La certificación LEED para Edificios Existentes no fue el punto final, sino el punto de partida. DFW se convirtió en el primer aeropuerto del mundo en alcanzar el nivel más alto de carbono neutralidad dentro del programa Airport Carbon Accreditation. Este logro envió un mensaje directo a la industria mundial: la operación sostenible es una ruta viable, realista y medible.
La combinación de eficiencia energética, energía renovable, estrategias avanzadas de movilidad interna, optimización del consumo de agua y un enfoque disciplinado en la calidad ambiental interior consolidaron a DFW como un símbolo de liderazgo climático. No solo cumplió estándares. Los redefinió.
Este tipo de liderazgo no solo beneficia a quienes usan o administran el aeropuerto. Se convierte en un modelo que inspira a otras ciudades, otros gobiernos y otras organizaciones. La sostenibilidad deja de ser una aspiración para convertirse en una evidencia. DFW no dijo que era un aeropuerto sostenible. Lo demostró.

Lo que este aeropuerto le enseña hoy a América Latina
Latinoamérica enfrenta enormes desafíos en infraestructura, crecimiento urbano, eficiencia energética y adaptación climática. Y sin embargo, también tiene una de las mayores oportunidades globales para transformar la manera en que opera su infraestructura pública.
Lo que DFW nos enseña es algo profundamente simple y profundamente poderoso: no es necesario construir desde cero para transformar un aeropuerto.
La clave está en medir, gestionar y mejorar con disciplina. En hacer que la sostenibilidad sea parte de la cultura operativa. En pasar de la intención a la evidencia.
Galápagos nos mostró que un aeropuerto puede coexistir armónicamente con un ecosistema frágil. Bogotá nos enseñó que una capital latinoamericana puede competir con los estándares más altos de desempeño global. DFW completa la triada mostrando que el liderazgo mundial nace cuando la operación se convierte en un acto de responsabilidad, transparencia y visión.
Es un recordatorio de que los aeropuertos del futuro no se definen por su tamaño, sus planos o su arquitectura, sino por su capacidad de demostrar que cada decisión diaria contribuye a un sistema más eficiente, más humano y más consciente.

