Mi Hogar Verde: cuando la sostenibilidad deja de ser un concepto y empieza a sentirse en casa
HM
Un proyecto doméstico que llegó antes de su tiempo
Hace varios años, antes de que la palabra “sostenibilidad” se volviera parte del lenguaje cotidiano y antes de que existiera una urgencia global por descarbonizar nuestras ciudades, tuve la oportunidad de acompañar a una familia que simplemente quería vivir mejor. No buscaban certificaciones, ni aparecer en medios, ni siquiera estar a la vanguardia. Solo querían que su hogar—ese espacio donde uno descansa, respira, comparte y construye vida—fuera más saludable, más eficiente y más respetuoso con el entorno.
Lo que comenzó como una inquietud terminó convirtiéndose en una experiencia que nunca olvidé y que, sin planearlo, se adelantó varios años a la conversación actual sobre hogares sostenibles.

Cuando una casa empieza a participar en la salud de su ciudad
Recuerdo la sensación de entrar por primera vez a esa casa en Surco. Era una vivienda como tantas, con los mismos desafíos energéticos, los mismos hábitos de consumo y las mismas oportunidades que tienen miles de hogares en el país. Nada hacía pensar que esa casa se transformaría en un pequeño laboratorio urbano donde descubriríamos cómo decisiones aparentemente simples pueden cambiar la manera en que habitamos el mundo.
El primer paso fue casi simbólico: una pintura fotocatalítica que purifica el aire. A primera vista parecía un detalle estético, pero en realidad era un acto profundo. Cada metro cuadrado equivalía al trabajo de un árbol adulto filtrando contaminantes. Y de pronto, la fachada de esa vivienda dejó de ser una superficie estática y se convirtió en un aliado silencioso, contribuyendo a un entorno más limpio para todos. Fue un recordatorio potente de que los hogares pueden participar activamente en la salud de sus ciudades.

El día en que el sol se convirtió en parte de la casa
Luego vino la energía. Dos termas eléctricas consumían más de lo que cualquiera imaginaría. Cambiarlas por una solución solar no solo redujo el consumo; transformó la forma en que la familia entendía el uso de sus recursos. El sol, que siempre estuvo allí, se convirtió en una fuente de autonomía, de ahorro y de bienestar. La casa comenzó a alinearse con un principio simple: usar mejor lo que ya tenemos.
Y así continuamos. Sustituyendo iluminación ineficiente por tecnología LED, optimizando el uso del agua sin cambiar griferías, ajustando pequeños comportamientos diarios que más que reglas se convirtieron en nuevas formas de vivir. Todo encajaba. Todo tenía sentido. La casa respondía mejor. La familia lo sentía. Y nosotros aprendíamos.
Con el tiempo entendí que ese proyecto tenía un valor que iba más allá de lo técnico. No era un caso de ingeniería. Era un recordatorio de que los hogares son organismos vivos. Respiramos con ellos. Evolucionamos con ellos. Y también los podemos sanar.

El momento en que todo adquirió un sentido mayor
Hoy, cuando la conversación global gira en torno a Net Zero, resiliencia, eficiencia y descarbonización, vuelvo a mirar esa experiencia con otros ojos. Lo que hicimos entonces fue, sin llamarlo así, una regeneración doméstica. Una invitación a pensar que la sostenibilidad no solo pertenece a grandes edificios o a agendas corporativas, sino a la escala más íntima y poderosa que existe: la casa donde vivimos.

Por qué vuelvo a esta historia ahora
Y por eso hoy decido contar esta historia. Porque creo que hay miles de personas que, en silencio, sienten lo mismo que aquella familia: que sus hogares pueden ser mejores; que es posible respirar distinto; que la sostenibilidad no es un lujo, sino una manera más inteligente de vivir. Mi Hogar Verde nació de esa convicción. Y quizá ahora, en un momento en el que el mundo nos pide actuar con más intención y menos discurso, sea tiempo de volver a abrir esa puerta. No para imponer soluciones, sino para recordar que un hogar verde no empieza con tecnología, sino con una decisión: la de transformar el espacio donde vivimos en un reflejo del futuro que queremos construir.

Una invitación para quienes sueñan con un hogar más vivo
Si tienes un espacio propio —grande o pequeño, antiguo o moderno— también tienes una oportunidad. Puedes transformar tu hogar en un lugar más respirable, más ligero, más inteligente. No necesitas grandes inversiones ni tecnología compleja. Solo una intención clara y la decisión de comenzar. Esa familia abrió un camino hace años. Hoy, cada vez más personas sienten que es el momento de dar un paso similar. Tal vez este sea también tu momento.
